domingo, 31 de enero de 2010

Lobotomía. Por N.B.


Abro mis ojos, mis dos ojos (o mis cinco) y observo,
El cuarto, lleno de luces, parece introducirme en la sombra,
Las cámaras lanzan rojos destellos de “En Vivo” mientras que mi mente permanece en silencio,
Escucho a un hombre, vestido de blanco, que dice: “Tienes un lindo cerebro, Corina”,
y yo me limito a responder con un “gracias” apagado por la sequedad de mi boca.
Una mujer me enseña su ausencia de genitales y yo solo puedo intentar recordar la cena de ayer.
De repente las luces se apagan, y la oscuridad más seductoramente profunda que he sentido jamás, me susurra al oído: “¿Lo recuerdas, verdad?”,
y yo solo puedo pensar en el café descafeinado del martes en compañía de Felipe.
La música empieza a sonar y yo danzo junto a todos los enfermos de la abadía Carfax,
con un vestido blanco (descocido a nivel del muslo derecho).
El vizconde me toma por el cuello y trata de penetrarme con su “enorme aparato”,
y yo le digo que no tengo apetito para sondas.

Acto II

Ya no siento mis manos, aunque me parece verlas caídas a los lados de mi cama,
Me declaro a mi misma como “El Jesucristo Superstar” de la mesa de operaciones,
debido a mi capacidad de transformar la sangre que me liban en vino.
Mis piernas yacen abiertas y siento como si estuviera pariendo un maldito bisonte.
Me duele la espalda y tengo unas ganas inmensas de defecar, así que,
Duermo.

Acto III

Me han puesto una tablilla en la boca para evitar que me muerda la lengua,
El dolor es tan grande que siento que la tablilla se partirá en pedazos, astillándome,
Siento el vómito a “flor de boca”, pero me recupero al pensar en lo que el vizconde me haría si llegase a vomitar.
Escucho en las paredes los cantos de todos los niños masacrados en mi juventud,
Y sus tenebrosas manitas me halan el pelo.
Oigo a sus madres cantando en el coro de los abandonados,
Río,
y el vizconde me abofetea fuertemente hasta hacerme sangrar.
Con los sesos que me quedan dirijo escupitajos a los médicos que ya están explorándome las entrañas.
Y de nuevo, la sangre se vuelve vino.

Acto IV (Primer Incisión Frontal)

Hoy me han dejado de nuevo en mi celda.
Las tablillas del suelo parecen revelarme un pasaje secreto a través de los árboles,
Aquí y allá se esconden los ojos de mis captores, y yo, desnuda, les enseño el espectáculo de mis senos.
El vizconde llega con una caravana de “médicos” a decirme lo que debo y no hacer,
(En realidad me amaestra para que me comporte como él lo desea),
Yo obedezco y me dan galletas de perro.

Acto V (Segunda Incisión Frontal)

El vizconde ha recorrido mis cavidades internas con su lengua,
Yo solo cierro los ojos y pienso en los dientes de mis niños, que me sonríen desde los recodos de mi celda,
con sus monstruosas manitas dibujando círculos en el suelo.
Me han enseñado muchas fotografías de lugares maravillosos,
Y yo deseo empacar mis maletas para irme a pasar vacaciones en las Islas de la Muerte.
Quisiera abrazarme a las piernas del vizconde, pero mis manos están ocupadas trazando diagramas en mi vientre abultado.
Una mariposa vino a posarse en mi estómago y unos dientes gigantescos la engulleron inmediatamente.
Creo que estoy enamorada.

Acto VI (Última Incisión Frontal)

El vizconde me ha pedido que me vaya a vivir con él, y yo solo quiero que me quite las ataduras de mis piernas.
Por fin me dejan bañarme sin vigilancia, y la verdad,
Me siento un poco decepcionada.
La mariposa se ha convertido en un cólico intestinal tan grande,
que hace que maldiga “a diestra y siniestra”,
“Siniestra”, como la sonrisa del vizconde al morderme los labios,
probando la avinada sangre que se desliza por mis piernas.
Hoy por fin saldré a respirar aire puro, algo muy difícil en esta ciudad contaminada.
Me he arrancado las uñas de los dedos para hacerme un collar.
Me veo linda (no hay espejo).

Prólogo

El día parece ser apropiado como para salir a pasear.

- FIN -

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